martes, 12 de junio de 2012

Capítulo I: Todo pasa por algo

Nací hace casi un cuarto de siglo en un lugar conocido como "La Caldera del Diablo", un lugar en donde se dice que el diablo perdió el poncho. Mi infancia y adolescencia las viví aquí, estudiando en colegios bastante buenos para la mala calidad del poblado. Y a los 18 años tomé la decisión de forjarme un mejor futuro, y estudiar en "La Ciudad de la Tierra", en donde pasé cinco años, sin dejar a mi familia, que aún vivía en "La Caldera del Diablo". Pero hace un año tuve que regresar después de haber terminado mis estudios. El dinero se acabó, y cómo no pude quedarme en "La Ciudad de la Tierra", como lo había planeado, tuve que regresar a la casa de mi familia. Definitivamente, mi familia y mi hogar son lo mejor que hay en "La Caldera del Diablo", además de mis amigos de infancia y adolescencia.

Lamentablemente, muy a mi pesar,  muchos de mis amigos se han largado a otras ciudades - lo que no implica que el contacto se haya perdido - y estoy viviendo una situación cada vez más miserable, en un pueblo que no tiene nada que ofrecer a quien lo visita. Está muy cerca de maravillosos puntos turísticos, pero a la vez, tan dejado de la mano de Dios. Es un pueblo dormitorio, en donde habitan más ancianos que añoran sus glorias del pasado que jóvenes con la esperanza de surgir. Es un lugar en donde la gente que obtiene un trabajo estable no tiene mayor ambición de futuro. Es un punto perdido en el mapa en donde tienes dos opciones: o irte para buscar el éxito en otras ciudades, o quedarte y ser alguien mediocre. Sin embargo, hay quienes buscan lograr el éxito en "La Caldera del Diablo" a costa de mucho esfuerzo y sudor, y finalmente lo consiguen: pero nadie te alaba.

No es mucho lo que hay que decir de "La Caldera del Diablo". Es un pueblo como cualquiera de los que hay al sur del mundo: repleto de casas de madera, y con pocas construcciones de concreto, las que están, en su gran mayoría, en el centro. No hay nada bonito en los puntos de interés, porque no se puede; siempre hay alguien que lo destruye en silencio, mientras duerme el pueblo. Aquí no sólo vienen a dormir ancianos cansados de años de trabajo con sus nietos, y no sólo hay familias enteras que buscan oro donde no lo hay: también está lleno de huasos, delincuentes, alcohólicos, drogos, putas y locos. Cualquiera se admiraría de tener tanto color local....pero yo no.

Cada vez que salgo a la calle, observo este "color local" sin poner demasiada atención en las caras. En cada esquina, siempre hay un choclón de señoras que se reúnen a la vuelta del mercado para hablar mal de la gente, comentar las últimas copuchas de las máximas autoridades del pueblo, o simplemente para hablar de sus familias y de lo bien que les va lejos de estas fronteras. Siempre observo al grupo de adolescentes que sale del colegio a divertirse, en lugar de ir a sus casas. Siempre hay algún mendigo que se aprovecha de la ignorancia de la gente para contarle un cuento terrible de su vida a cambio de monedas. Siempre hay gente que ha olvidado el tesoro de la vida, y siempre mira hacia atrás pensando en el ayer, en lo que pudo haber sido y no fue, y tiene miedo del mañana, porque para ellos, su idea del mañana es la muerte. Y hay gente como yo, que está entre la espada y la pared, y está dispuesta a seguir luchando por el mañana, porque mi idea del mañana no es precisamente la muerte, sino poder desarrollarme en algo que me gusta de verdad. Lamentablemente, aquí hay poca gente con la que puedo plasmar mis ideas.

Todo pasa por algo, y mi única salida en este instante, es acostumbrarme a soñar y a vivir con los pies sobre la tierra al mismo tiempo. ¿Qué será de mi mientras sobrevivo en "La Caldera del Diablo"?